Octubre 25
Hombre
porfiado
Poco
valía, en Colombia, la vida de un hombre. La de un campesino, casi nada. Nada
valía la vida de un indio; y la vida de un indio rebelde, menos que nada.
Sin
embargo, inexplicablemente, Quintín Lame murió de viejo, en 1967.
Había
nacido en este día de 1880, y había vivido sus muchos años preso o peleando.
En
el Tolima, uno de los escenarios de sus malandanzas, fue encarcelado ciento
ocho veces.
En
las fotos policiales aparecía siempre con los ojos en compota, por los saludos
de entrada, y la cabeza rapada, para quitarle fuerza.
Los
dueños de la tierra temblaban al escuchar su nombre, y está visto que también
la muerte le tenía terror. Hombre de hablar suavecito y gestos delicados,
Quintín caminaba Colombia alzando a los pueblos indios:
—Nosotros no hemos venido, como puercos sin horqueta, a metemos en
sembrado ajeno. Esta tierra es
nuestra tierra
—decía
Quintín, y sus arengas eran clases de historia. Él contaba el pasado de aquel
presente, el porqué y el cuándo de tanta desdicha: desde el antes, se podía ir
inventando otro después.
>> Fragmento
contenido en el libro "LOS
HIJOS DE LOS DIAS", de Eduardo Galeano, Siglo XXI, 2012.
>> Ilustración
digital | Andrés Casciani.
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