Septiembre 25
El sabio preguntón
Miguel
Ignacio Lillo no estudió en la universidad; pero supo reunir, libro tras libro,
una biblioteca científica que le ocupaba toda la casa.
Un día como
hoy, allá por 1915, unos cuantos estudiantes tucumanos pasaron toda una tarde
en esa casa de libros, y quisieron saber cómo hacía don Miguel para
conservarlos tan bien.
—Mis libros
toman aire—explicó el sabio—. Yo los abro. Los abro y les pregunto. Leer es
preguntar.
Don Miguel
preguntaba a los libros, y mucho más preguntaba a la tierra.
Por el gusto
de andar preguntando, recorrió a caballo todo el norte argentino, palmo a
palmo, paso a paso, y así conoció secretos que el mapa escondía, antiguos
decires y vivires, los cantos de los pájaros que las ciudades ignoraban, las
farmacias silvestres que a campo abierto se ofrecían.
No son pocas
las aves y las plantas que él bautizó.
>> Fragmento
contenido en el libro "LOS
HIJOS DE LOS DIAS", de Eduardo Galeano, Siglo XXI, 2012.
>> Ilustración
digital | Andrés Casciani.
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