Agosto 3
Los querientes
Esta historia empezó cuando los
dioses, envidiosos de la pasión humana, castigaron a Zin Nu, la tejedora, y a
su amante de nombre olvidado. Los dioses les cortaron el abrazo, que había
hecho uno de dos, y los condenaron a la soledad. Desde entonces, ellos viven
separados por la Vía Láctea, el gran río celeste, que les prohíbe el paso.
Pero una vez al año, y durante
una sola noche, la séptima noche de la séptima luna, pueden encontrarse los
desencontrados.
Las urracas ayudan. Uniendo sus
alas, ellas tienden el puente en la noche del encuentro.
Las tejedoras, las bordadoras y
las costureras de toda China ruegan que no llueva.
Si no llueve, la tejedora Zin
Nu emprende el camino. La ropa que viste, y que pronto desvestirá, es obra de
la maestría de sus manos.
Pero si llueve, las urracas no
acuden, en el cielo no hay puente que una a los desunidos y en la tierra no hay
fiesta que celebre las artes del amor y de la aguja.
>> Fragmento
contenido en el libro "LOS
HIJOS DE LOS DIAS", de Eduardo Galeano, Siglo XXI, 2012.
>> Ilustración
digital | Andrés Casciani.
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