Timerman

Timerman
Por Daniel Arias Fuenzalida
*ilustración digital: Andrés Casciani (2018)

"Las ofensas son relativas, me puse a pensar. A mí podrán decirme "puto", creyendo que me ofenderán. Podrán decirle a alguien "pobre", pensando que es algo denigrante, o a algún dueño de campos podrán acusarlo de "oligarca", con la ilusa intención de herirlo. Las palabras, y sus conceptos, caen con diferentes pesos en cada persona. Para un patriota, creo, no hay cosa peor de que te acusen de traicionar a tu Patria. Ese es el dolor más grande. Antiguamente, por traicionarla, borraban tu nombre de todas partes, para que te olvidaran y nadie se acordara nunca más de que vos pisaste alguna vez la tierra. Era la "Damnatio memoriae", la condena más cruel de todas, porque sabemos que el presente puede ser infame, pero que la historia siempre hace justicia a largo plazo. Con ese consuelo quizás Héctor Timerman se fue a la tumba.

Patriota e intelectual íntegro, defensor de nuestros intereses frente al mundo, reivindicador de nuestro pasado, que conoció muy bien el exilio y, que pese a pisar tanto suelo yanqui, amó este país más que muchos de nosotros. Y fue acusado de traición, en una denuncia que es insólita (etimológicamente insólita: solo una condena por ello en nuestra historia, que curiosamente está plagada de traidores). Una denuncia descabellada pero muy simbólica, porque fue hecha para manchar, hundir, y lo cumplió. El país donde Timerman vivió, se formó y fue embajador nuestro, incluso le negó hace poco la visa para ir a tratarse de un cáncer de hígado que lo estaba desintegrando.

Y la desintegración fue también moral. El honor, como los insultos, le cabe diferente a quien lo porta. Hay quienes tienen un honor muy grande, y que te dejen sin él, me imagino, debe ser atroz. En enero, Timerman contó en su Twitter cómo le costaba concentrarse por los dolores que le producía ese maldito cáncer. De su otro dolor no sabemos mucho. Ya decía Marechal: la Patria es un dolor que aún no sabe su nombre. QEPD."

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