"HEDY LAMARR Y YO"
(por Eddy Whopper)
"Como todos ustedes saben, Hedy Lamarr fue una estrella del Hollywood exprimido por el “método de bajos salarios y trabajo permanente” de Samuel Goldwyn.
Uno, acostumbrado a la proliferación de subvalores, ha naturalizado ya que la belleza todo lo consigue; sin embargo, Hedy (una de las mujeres más hermosas que jamás han existido) llevó una vida de lento y desafortunado descenso al abismo, que sólo fue relevada después de la muerte por sus contemporáneos, en un intento de expurgar culpas a través de reconocimientos tardíos.
Los cinéfilos recordarán: ayudada por una de sus mucamas, abandonó la vida millonaria de Viena a cambio de librarse de los celos de su primer marido; de allí a Londres, donde visionó la fuerza destructora del nazismo y rápidamente marchó a EE. UU. para encontrar la fama.
Como también saben (Google le dedicó un "doodle" hace algunos años), Hedy era una mente brillante, que intuía principios de la matemática y la física y que elaboraba conclusiones científicas a partir de su sola observación de la realidad.
"Me gusta inventar cosas", dijo una vez; y así fue que, a fuerza de seducción, logró recluirse en una base militar para "solucionar el problema de los torpedos alemanes radiodirigidos".
Hedy ideó en 1942 (tenía 27 años), como producto de este trabajo, un sistema de bloqueo de frecuencias para evitar su manipulación y, a la vez, otro de emisión de frecuencias alternativas para que los torpedos norteamericanos pudieran ser también radiodirigidos, pero sin ser detectados.
La Marina, al principio, consideró inviable la invención. Archivó el proyecto. Una década más tarde, sin que Hedy supiera, desempolvó las carpetas y comenzó a generar tecnología militar a partir de esas ideas, que fueron combinadas con nuevos descubrimientos y elementos. El sistema que ella había creado durante la guerra, tomó por entonces estado de secreto militar.
Muchos años después, se exhibieron los resultados de aquel puntapié inicial: tecnología satelital, emisión segura de televisión, un sistema de localización de buques, redes de defensa, sistemas de comunicaciones infranqueables. Hedy reclamó la titularidad de la patente, pero la acción civil se hallaba prescripta. No atendieron su alegación de desconocimiento de la ley, ni tomaron en cuenta los servicios que había aportado al país en que vivía.
Para entonces, Hedy Lamarr era ya una “ex chica de Hollywood” a quien nadie convocaba. Un petrolero con el que se había casado, la había dejado por Gene Tierney –que, aunque no había superado sus desórdenes psíquicos, todavía igualaba a Hedy en belleza y quizás también en inteligencia- y, además, la última de sus producciones –un fracaso de taquilla- la había dejado en la ruina.
Hedy, literalmente, se derrumbó: inició un proyecto inmobiliario que perdió en la división de bienes de otro de sus matrimonios; a los 50 años, comenzó a practicarse tantas cirugías estéticas, que su cara terminó desfigurada; se vio obligada a pedir una pensión a la asociación de actores, que se materializó en unos escasos 300 dólares al mes; sus hijos tuvieron que contribuir a su manutención y, prácticamente, vivió los últimos 30 años de su vida sin salir de una pequeña casita llena de fotos de décadas perdidas y vestidos viejos de cócteles y recepciones a los que ya jamás fue invitada.
Murió los primeros días del año 2000, a los 85 años. Su invención de los “saltos de frecuencia” es hoy la base de la tecnología del wi-fi seguro, de las comunicaciones por celular, del Bluetooth y de gran parte de la tele-dirección de uso militar. El valor de mercado de la patente cuya titularidad se le negó asciende a 30.000 millones de dólares.
¿Qué tengo que ver yo en todo esto? Eddy, convengamos: sos horrible, no sos tan inteligente como ella, nunca viviste la fama. ¿Por qué titulás tu posteo “Hedy Lamarr y yo”?
Bueno, por esas conexiones que uno siente con el ser humano globalmente considerado. Desde hace por lo menos dos semanas me rondaban muchas imágenes de un especial para televisión que se llama “Bombshell: The Hedy Lamarr Story”. Un documental valioso que no se me iba del recuerdo y no sabía por qué. No se trataba solamente de una historia del tipo “decline and fall”; algo (bastardilla) había.
Hasta que volví a verlo, y entendí la razón.
Hacia el final, Hedy lee por teléfono a un entrevistador una especie de Desiderata que –seguramente- ella misma escribió, y que evidencia para siempre esa conexión percibida: una explicación cansada de la vida, que sentí como una caricia.
A través de esas palabras, lejos del esquema de autoayuda para estúpidos, la diva del viejo Hollywood de ninguna manera negaba la tiranía de la mediocridad; y, sin embargo, marcaba un camino de alguna manera esperanzador (y de alguna otra, existencial).
Yo la escuchaba desde la muerte:
“Te voy a leer algo bonito.
La gente es irrazonable, ilógica y egocéntrica. Quiérelos, de todos modos.
Si haces el bien, te acusarán por muchos motivos, todos egoístas. Haz el bien, de todas formas.
La gente más grande, con las ideas más grandes, puede ser derribada por la gente más pequeña, con la mente más pequeña. Piensa en grande, de todos modos.
Lo que tardas años en construir, puede ser destruido en una noche. Construye, de todos modos.
Dale al mundo lo mejor que tienes y te humillarán. De todos modos, dale al mundo lo mejor que tienes”.
Y bueno, acá estoy, contándolo para ustedes."
- ilustración digital (2018).
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