Mayo 27
Querido vagabundo
En 1963,
murió Fernando.
Él era un
libre. Era de todos, y de nadie era.
Cuando se
aburría de correr gatos en las plazas, se echaba a callejear con sus amigos
cantores y guitarreros, y con ellos rumbeaba hacia la música, sonara donde
sonara, de fiesta en fiesta.
En los
conciertos, era infaltable. Crítico de fino oído, sacudía el rabo si le gustaba
lo que oía. Si no, gruñía.
Cuando lo
capturó la perrera, una pueblada lo liberó.
Cuando lo
pisó un auto, el mejor médico lo atendió, y en su consultorio lo internó.
Sus pecados
carnales, cometidos en plena vía pública, solían ser castigados con pateaduras
que lo dejaban maltrecho, y entonces las brigadas infantiles del club Progreso
le prodigaban cuidados intensivos.
En su ciudad,
Resistencia, en el Chaco argentino, hay tres estatuas de Fernando.
>> Fragmento
contenido en el libro "LOS
HIJOS DE LOS DIAS", de Eduardo Galeano, Siglo XXI, 2012.
>> Ilustración
digital | Andrés Casciani.
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