"Costos Sumergidos" por Hugo Seleme
.ilustración digital: Andrés Casciani (2017)
"Uno de los comportamientos irracionales más estudiados es el motivado por “el sesgo o falacia de los costos sumergidos”. El sesgo básicamente consiste en que estamos más dispuestos a continuar con un proyecto fallido mientras mayor sea el monto de energía y recursos que hemos invertido en él, aun si disponemos de evidencia abundante del fracaso. Si el proyecto es desastroso y ha tenido costos elevados, lo más racional sería abandonarlo. Sin embargo, estos costos que se encuentran sumergidos en el pasado distorsionan nuestras decisiones presentes haciendo que se muevan en sentido opuesto.
El sesgo de los costos sumergidos explica muchos de nuestros comportamientos irracionales. Alguna vez habrá continuado leyendo un libro malo porque cuando advirtió que no era bueno ya había leído muchas páginas. O habrá permanecido sentado en el cine viendo una película horrible simplemente porque había pagado la entrada, perdiendo de este modo no sólo su dinero sino también su tiempo. O habrá decidido continuar una relación perniciosa de amistad o de pareja por el mero hecho de que llevaban mucho tiempo juntos. Todas estas conductas son irracionales pero tienen un efecto psicológico adormecedor: mientras el proyecto ruinoso no ha sido abandonado las pérdidas se nos presentan con el ropaje de una inversión. Sólo cuando el proyecto es abandonado definitivamente lo que hemos invertido en él pasa a ser percibido como desperdiciado. Esto explica por qué mientras más ruinoso sea el proyecto y mientras mayores son las pérdidas que ya nos ha provocado, mayor sea el incentivo irracional para no reconocerlo y para seguir insumiendo tiempo y esfuerzo en él. Estos nuevos insumos gastados, como es obvio, pasan inmediatamente a engrosar las potenciales pérdidas, lo que genera a su vez nuevos incentivos irracionales para mantener a flote el proyecto ruinoso. Se trata de un círculo vicioso perfecto.
Este sesgo irracional permite explicar algunos comportamientos políticos. Embarcarse en un proyecto político tiene costos. Los económicos son las más fáciles de percibir. Si ud. votó por un gobierno que ha elevado las tarifas de los servicios generando impacto inflacionario, y sus ingresos no han aumentado a la par de la suba, entonces su voto le ha costado caro. Si ud. votó por un gobierno que sólo en su primer año en el poder hizo crecer la deuda externa un 13%, su voto le costará caro en el futuro. Si ud. votó por un gobierno que puso como garantía de pago de esa deuda los recursos naturales de la Argentina, y sometió cualquier controversia futura a los tribunales de Nueva York y Londres, entonces su voto le costará caro a sus hijos y nietos.
Sin embargo, los costos económicos no son los únicos involucrados. Existen también costos emocionales vinculados con las expectativas defraudadas y la vergüenza de reconocer frente a otros el error. Si ud. votó a un presidente que decía que todos debían pagar sus impuestos y luego se enteró que no sólo tenía numerosas causas judiciales por evasión fiscal y contrabando sino que tenía cuentas en paraísos fiscales, su desilusión debe haber sido enorme. Si más tarde se enteró de que modificó la ley de blanqueo de capitales para que su familiares y los de sus funcionarios pudiesen blanquear, la desilusión debe haber aumentado. Cuando descubrió que ese mismo gobierno intentaba permitir que el grupo económico de la familia presidencial licuase una deuda por 70.000.000.000 de pesos de la que ud. y el resto de los argentinos eran acreedores, imagino que la desilusión debe haber sido irremontable.
Sin embargo, estos mismos costos que ud. ya ha tenido que pagar pueden funcionar como una razón espuria para seguir sosteniendo al gobierno que se los ha impuesto. Mientras ud. no le quite su apoyo y asuma su error, todos estos costos se le presentarán como una especie de inversión que espera rendir frutos. Paradójicamente, mientras peor lo haga el gobierno más razones tendrá ud. para apoyarlo y disfrazar los costos crecientes como si fuesen una inversión que espera el tiempo oportuno para generar dividendos. Ud. se descubrirá a sí mismo defendiendo posiciones inverosímiles para intentar ocultar los costos de su decisión. Podrá decir “que hay que tener paciencia”, “que la situación cuando asumió era muy difícil”, “que ya se ven los primeros brotes verdes” o, si ya está muy desilusionado, que “todos son iguales”.
El problema de ceder a la falacia de los costos sumergidos es que, al final, uno termina sumergido en los costos de su conducta irracional. En política el problema posee aun mayor gravedad porque una mayoría irracional nunca se sumerge sola sino que arrastra tras de sí a aquellos que se han opuesto al gobierno sostenido en la irracionalidad".
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