"Mediocridad" por Hugo Seleme
*ilustración digital: Andrés Casciani
El mediocre tiene la conciencia necesaria para advertir que
no vale mucho, y la vanidad tranquilizadora de creer que los otros valen menos.
Lo primero, le permite soportar la humillación y el maltrato, haciéndolo
víctima propicia del atropello. Ve el castigo que se le infringe como una
especie de expiación de su propia torpeza. Lo único que exige a cambio, y aquí
es donde ingresa el segundo elemento vinculado con la vanidad, es que otros
sean más humillados y maltratados que él. Si los otros valen menos, el castigo
no puede ser idéntico. El mediocre no pretende estar bien – sabe que no lo
merece – sino que otros estén peor. Su vanidad lo mueve a sobresalir, pero
tiene conciencia de que sólo puede destacarse por hacer que desciendan quienes
lo rodean.
El mediocre no aspira a tener mayores derechos. Quiere
mantener los que posee con la única condición de que los otros no los adquieran
o, si esto ya ha sucedido, los pierdan. El mediocre es conservador, sólo quiere
proteger lo que ya tiene y percibe siempre en riesgo, porque íntimamente piensa
que no lo merece. El mediocre está a favor de la jerarquía que lo ubica en su
lugar subalterno, no aspira a tener lo que sus amos disfrutan sino sólo a que
otros no posean lo que el ya tiene. Está en una eterna carrera donde lo que lo
mueve no es llegar a la meta sino impedir que los otros lo hagan. No lucha por
ganar sino para que pierdan los que están por debajo de él. Su auto-estima no
se funda en lo que posee sino en lo que otros carecen.
La mediocridad representa un grave riesgo para los gobiernos
democráticos e igualitarios. Lo que estos gobiernos muestran como logros – la
igualación y ampliación de derecho – son para el mediocre amenazas. Como la
ampliación de derechos propios no le interesa, ve con relativa indiferencia los
logros que la democracia ofrece. Como la igualación de derechos va en contra de
su convicción de que los demás son peores, el único fundamento de su pobre
autoestima es puesto en riesgo. No importa cuánto aumente su poder adquisitivo,
sus derechos y oportunidades. Si percibe que también está aumentando lo que
recibe quien está por debajo de él, será un opositor feroz. Los gobiernos
igualitarios y democráticos ponen en riesgo la jerarquía negativa que alimenta
su auto-estima, donde lo mejor es no ser el que está peor.
Por el contrario, el mediocre se mostrará inclinado a apoyar
gobiernos que cercenan sus propios derechos, recursos y oportunidades. Solo es
necesario que el mediocre perciba que otros han sido más perjudicados que él.
Estos gobiernos afianzan su autoestima y le aseguran su posición de dominio en
la jerarquía negativa. No le interesa que los que están por encima hayan
ampliado la brecha, ni que él mismo haya perdido, siempre y cuando los que
están por debajo hayan descendido más que él. Los números alarmantes de
pobreza, desempleo, recesión, que indefectiblemente producen los gobiernos que
sostiene, no conmueven sino que refuerzan su apoyo.
Dado que su autoestima se funda en el resentimiento,
mientras peor sea la situación general, mayor valor tendrán las migajas que
definen su posición simbólica dentro de la jerarquía negativa. No le importará
que su sueldo haya perdido poder adquisitivo, si sabe que hay muchos que ya no
tienen trabajo. No le importará que ahora haya tenido que volver a hacer
números para llegar a fin de mes, si sabe que hay otros que no tienen para
comer. No le importará que el precio de la nafta aumente, si sabe que hay otros
que ya no pueden comprar un vehículo. Tampoco lo conmoverá saber que las
petroleras y sus socios nacionales han multiplicado sus ingresos, o que la
quita de retenciones agropecuarias han beneficiado a quienes más tienen y
explica la suba de lo alimentos, o que ha sido girado al exterior un monto de
divisas equivalente al adquirido a través de los préstamos contraídos por el
Estado durante el último año, porque lo que funda su autoestima es la distancia
que lo separa de quienes están por debajo sin importar cuanto se alejen quienes
están por encima.
En la sociedad jerárquica que engendra al mediocre, y que el
mediocre se esfuerza por mantener, ser libre no consiste en que otros no
ejerzan dominio sobre uno, sino en ejercerlo sobre los demás. Por esta razón,
para el mediocre es indiferente que quienes se encuentran por encima le
recorten recursos y derechos, siempre y cuando se garantice su situación de
superioridad y dominio sobre quienes tiene por debajo. Para él, adicionalmente,
cualquier intento de mejorar la posición de quienes están por debajo es
percibida como una amenaza a su libertad. Dicho metafóricamente, el mediocre es
el esclavo que se siente amo porque percibe que debajo de él hay otros
esclavos.
La mediocridad de los que se sienten afortunados por los
derechos que otros pierden es el combustible que prende fuego y reduce a
cenizas a los gobiernos igualitarios, mientras alimenta el motor que mantiene
en movimiento a los gobiernos conservadores e indecentes. A diferencia de otros
años muchos no han podido salir de vacaciones porque sus bolsillos están más
flacos y todo está más caro. Sin embargo están disfrutando, sudorosos,
escondidos en sus madrigueras, espiando el verano por la ventana del televisor,
con la alegría miserable de saber que otros están peor.
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